Comunicación Social-UBA

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Henry Miller

Pensar en escribir.
Pensar no como el acto reflexivo previo a la escritura sino como la combinación holística de momentos que estallaron en palabras.
Sentarme horas, a veces días.
Escuchar el dictado del estallido de palabras y volcarlos en cualquier pedazo de papel.
(O tal vez en el celular)
¿Por qué una obra tiene éxito?
¿Por qué un texto es considerado cuento o no?
¿Quién se para frente a una poesía a criticarla?
Hemos conseguido infinidad de combinaciones.
Fueron, son y siguen estando.
Palabras prestadas, personales, privadas, mudas, efímeras, compuestas, inventadas, eternas y silenciadas.
Otros, nosotros, yo.


"Podrán decir ustedes que esta obra maestra es nada más que un accidente, y así es. Pero también los es el Salmo 23. Todo nacimiento es milagroso... e inspirado. Lo que ahora surge entre mis ojos es el resultado de innumerables errores, retrocesos, borratinas, vacilaciones; también es el resultado de una certeza. Ustedes dirán que se debe al cepillo de uñas y al agua. Háganlo, por favor. Digan que se debe a todos y a todas las cosas. Que se debe al Dante, a Spinoza, a Jeronimus Bosch. Al Debe y al Haber, Sociedad Anónima. Pongan en el libro del día Tante Melia. Así. Hagan un balance. Se equivocan por un penique, ¿eh? Si ustedes pudieran sacarse un penique del bolsillo y equilibrar los libros, seguramente lo harían. Pero ustedes ya no están jugando con verdaderos peniques. No existe una máquina lo bastante hábil como para detectar, como para oponerse a este penique que no existe. El mundo de la realidad y el fraude está detrás de nosotros. De lo tangible hemos inventado lo intangible"(Henry Miller, "Primavera negra", 1974)

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